La recreación y el sano disfrute son elementos necesarios en el ser humano. Estamos ávidos de manifestaciones culturales y aunque en Caracas todavía queda algo de esta vida divertida y
sabrosa del tránsito por galerías, alguno que otro museo −muy a discreción− y una movida musical, teatral o de cine, casi en vías de extinción, los venezolanos seguimos apostando a espacios de encuentro que desde las artes, inviten a la reconciliación y al diálogo. Insistimos en asistir −a costa de nuestra propia integridad física− a cuanto vernissage, exposición, concierto o sala de cine, nos provoca. De alguna manera seguimos resteados con el disfrute de espectáculos de calidad y el compartir entre amigos y conocidos, en cada una de estas actividades.
Mi día comienza con la expectativa de conocer a Annette Turrillo Dubois, la artista venezolana residenciada en París desde hace dos décadas. No puedo desaprovechar la oportunidad de su
estancia en Caracas durante este inicio del año y me dispongo a esta visita vespertina. Nuestra cita se concreta una de estas tardes de febrero, cuando comenzamos a sentir los rigores del trópico y la sequía reinante hace estragos en el pulmón vegetal de la ciudad.
Este mañana de domingo luce despejada y soleada; aún el calor tropical intenso no se ha hecho presente en Caracas. Es uno de esos domingos en los que deseas caminar, andar al aire libre. Me
animo a patear la calle –en el argot popular venezolano, el vocablo refiere a caminar sin parar–. Y me enrumbo a La Lagunita, un sector residencial de clase media/alta de
nuestra capital venezolana, ubicado en el Municipio El Hatillo, del sureste caraqueño.
Caracas suele ser ciudad apacible y medianamente segura un día de domingo. Es una licencia que nos da el hampa a los citadinos, ávidos de espacios abiertos al sano disfrute y a la convivencia.
Inicio el año 2016 con los mejores deseos de paz, progreso y acción solidaria para nuestra Venezuela. Y uno de los caminos a recorrer, será el del arte como expresión conciliadora y sanadora, para el encuentro de una sociedad con renovadas esperanzas de cambio.
Esta iniciativa con denominación viajera, nace de mis incursiones por Caracas, inicialmente, buscando las obras de arte que adornaban mi ciudad. Así me paseé por las calles, avenidas y autopistas de este valle lleno de verdes y surcado por un río, cual “flaneur” contemporáneo, pero con la visión enfocada en el arte. Una ciudad cosmopolita que me invitaba a recorrerla y a narrar también sus tradiciones, como en el caso de la Semana Santa, en marzo de 2016.