Sigo con atención el trabajo de Armando Hernández Cedeño (Carúpano, 1982), escultor venezolano. Quedamos en un encuentro telefónico aprovechando las bondades de las redes sociales, bendito reducto que une geografías lejanas. Ambos acudimos puntualmente a esta “cita” a
finales de enero y aquí, parte de lo que conversamos.
Arte y publicidad, dos mundos aparentemente distantes. En esencia, la experiencia estética busca expresar una idea o una visión, mientras que la publicidad se centra en la persuasión con fines comerciales. Pero ¿qué tienen en común las ilustraciones y los carteles publicitarios de Toulouse-Lautrec en las postrimerías del s. XIX o las obras del
pop art de mediados del s.XX con el lenguaje publicitario? La obra de arte es una imagen icónica; con el paso del tiempo, las imágenes publicitarias pierden vigencia en tanto que su oferta expira... y se convierten igualmente en imágenes icónicas. Allí, un elemento vinculante. Pero es el valor comunicacional de ambos ámbitos, lo que realmente los relaciona.
Existen más puntos de coincidencia entre arte y ciencia, de lo que imaginamos. Si bien el resultado científico requiere de constatación mientras la obra de arte se admira, no resulta menos cierto que en ambas disciplinas existen escuelas, teorías, técnicas, compromisos ideológicos y éticos. Científico y artista, se valen de la observación y el análisis para llegar a un resultado cuantificable y cualificable.
Desde la antigüedad, el hLa diáspora, esa comunidad que se desplaza a lugares indecibles del globo terraqueo por
razones políticas, sociales, religiosas o culturales, ha sido desde siempre una constante en la vida de los pueblos. No así en el venezolano, donde la gente proclamaba a los cuatro vientos su gentilicio, su condición y su apego a la tierra que los vio nacer. Esas circunstancias cambiaron y ahora pasó a formar parte de un colectivo que ha crecido exponencialmente, fuera de su territorio.ombre se ha sentido atraido por la proporcionalidad. Siempre se ha pensado en aquello de la justa medida y el equilibrio, en todo lo que nos rodea. Es la manera como solemos ver el orden reinante y como se comporta el universo. Y en el mundo del arte, no ha sido diferente. Del cánon de Policleto a Vitruvius, de Fibonacci a Durero, de Alberti a Da Vinci, de Le Corbusier a nuestros días, seguimos fascinados con esas relaciones de las partes entre sí, y/o con respecto al todo.
Desde la antigüedad, el hombre se ha sentido atraido por la proporcionalidad. Siempre se ha pensado en aquello de la justa medida y el equilibrio, en todo lo que nos rodea. Es la manera como solemos ver el orden reinante y como se comporta el universo. Y en el mundo del arte, no ha sido diferente. Del cánon de Policleto a Vitruvius, de Fibonacci a Durero, de Alberti a Da Vinci, de Le Corbusier a nuestros días, seguimos fascinados con esas relaciones de las partes entre sí, y/o con respecto al todo.
Para quienes nos quedamos en Caracas en este asueto de Semana Santa, nuestra
capital no lució todo lo despejada que con frecuencia lucía en épocas anteriores, en
similares circunstancias. La ciudadanía agobiada por el día a día de un país casi en
economía de guerra y con un hampa desbordada que no descansa ni en los días santos, no podía darse el lujo de movilizarse por un descanso tan largo. Los espacios culturales estuvieron cerrados y la ciudadanía se movió en otros ámbitos.
Conocí a Felipe Herrera hace unos años en mi paso por la Galería Artepuy, en Caracas. Posteriormente he tenido el honor de frecuentarlo y soy una fan de su trabajo. La
destreza de un dibujo de trazo en plumilla, minucioso, suelto, a modo de fina filigrana, es una de las características en la obra de este artista venezolano que ha sabido imprimirle a la técnica un grado de perfección que posteriormente ha trasladado a su obra escultórica.
No necesitamos conocer de música para apreciarla y saber las emociones que despierta en nosotros. Siempre resulta agradable tener la posibilidad de asistir a un concierto, pero si además estimula ese sentimiento de venezolanidad que en estos momentos aflora más que nunca, nuestra contentura y emoción no tienen precio. Y eso fue lo que ocurrió esta noche del jueves 17 de marzo, cuando asistí al concierto de C4 Trío en la sala CAF, en Caracas.
El paseo de esta semana es uno de esos que se disfrutan a plenitud, en los que te aflora el orgullo de ser venezolano. Es recorrer tu alma mater y sentirte aún parte de ella a pesar del tiempo transcurrido. ¿Qué podría yo decir sobre la Ciudad Universitaria de Caracas
que no se haya dicho ya? Sin duda alguna, poco conseguiría agregar. Pero lo que sí puedo comentar es mi experiencia ucevista transitando los espacios de este ambiente único en el mundo, cuna de uno de los ejemplos más anecdóticos de síntesis e integración de arte y arquitectura.
Sigo apostando a Caracas como ciudad de lo posible, en medio del caos reinante. Me entusiasma la cooperación de tanta gente queriendo hacer vivible esta capital.